jueves, 21 de diciembre de 2023

¡Felices fiestas!

 


La música en broma

 




La justicia militar es a la justicia, lo que la música militar a la música; he aquí una de esas frases que engordan la categoría de sentencias inmortales y que suelen denominarse citas, esto es, esa curiosa colección de textos, la mayoría de las veces sacados de contexto, para que en algún momento nos puedan servir de pretexto.

Y como los caminos nos llevan hoy a poner en contacto a nuestro buen Zúñiga con el Ejército, institución muy querida para el que esto escribe —tan solo llevo en ella cuarenta y cuatro años—, pues pretextemos nuestra introducción al asunto que nos ocupa con el mencionado dicho, adjudicado, dígase de paso, vaya usted saber a quién.  

No es nuestra intención profundizar en el contexto histórico en donde pudo nacer semejante pensamiento, ni mucho menos indagar y encontrar la boca y el cerebro del que salió, pero sí lo es señalar su claro y determinante sentido de ridiculizar y denostar a los que en el seno de las fuerzas armadas se dedican al estudio de tan precioso arte.

En resumidas cuentas, la frase de marras se las trae, pues nos viene a decir que si en el seno de los Ejércitos se maltrataría la justicia con sus rígidos códigos disciplinarios y normas morales, de la misma manera los músicos militares no harían más que ejecutar, en el sentido de ajusticiar, todas y cada una de las partituras que les pusieran sobre los atriles. Así de crudo, así de directo.

En 1930, Zúñiga aprovecha el espacio que le dejan en el Boletín musical de Córdoba, publicación mensual que a caballo de la dictadura de Primo de Rivera y la II República española divulgó el arte musical desde diferentes ópticas, para romper una lanza a favor de los músicos militares. Y lo hace con su habitual sorna y gracia, y sus juegos de palabras alocados, haciéndonos pasar un rato agradable, aprovechando el humor, una vez más, como fue habitual en sus último años de vida, ya jubilado, para defender una causa que él creía justa.  Y no es baladí la opinión de nuestro querido escritor festivo, toda vez que sin haber llegado a ser músico de gran reputación, posee una gran cultura del arte auspiciado por Euterpe, y se ha codeado con los más célebres compositores y directores de orquesta del momento, alguno de los cuales nombra en su estupendo texto en defensa de la música miliar.

Con él les dejo. Hasta la próxima y Feliz Navidad.

 

El indagador entrometido.

Jueves, 21 de diciembre de 2023.

        



1 de agosto de 1930. Boletín musical de Córdoba. (1)

La música en broma.

«Hoy, lector amable, voy a meterme con la milicia en lo que se refiere a la música que ameniza sus marchas, sus conciertos y todos aquellos actos que no podrían celebrarse decorosamente sin la cooperación de trompetas y trombones, de flautas y clarinetes. De sus notas militares voy a ocuparme un poco en estas notas civiles rompiendo en su favor una lanza, aunque esta no es cuestión de caballería, sino de infantes, que en España son los únicos que tienen música dentro del cuerpo… a que pertenecen.

Perdóneseme si estoy equivocado; pero yo creo que en el Ejército se atiende con poquísimo interés a la parte musical de los cuerpos. Salvo contadas ocasiones, los llamados a entender en estos menesteres conceden escasísimo valor al aludido elemento, que, a mi juicio, lo tiene muy grande.

¿Hay cosa más sonada en el Ejército que la música? Un batallón huérfano de música es un jardín sin flores, una botella sin vino, una mujer en los huesos.

Los directores de las bandas, a los que no pretendo dar un bombo, porque ya lo tienen, son artistas valiosos a quienes no se retribuye en la medida que merecen por la importancia de su actuación; importancia que es reconocida en los presupuestos a los que empuñan la espada y no a quienes empuñan la batuta, que no es un palitroque cualquiera, sino algo que hace su papel ante el papel de la partitura.

Y respecto a las huestes artísticas que los aludidos directores acaudillan, digo lo mismo que respecto a sus maestros, llamados vulgarmente músicos mayores por su sabiduría, no por su tamaño, puesto que los hay que son precisos bibelots con estrellitas enredadas en la lira de la manga.

A la parte de público sabedora de que hay bandas militares (¡Dios las bendiga!) que ejecutan pasodobles compuestos por mí entre novela y novela o entre poesía y artículo (que de todo hay que hacer), quizá le parezca interesado esto que expongo en pro de los músicos de tropa. Pero no es así; aunque declaro que todos los músicos, civiles y militares, blancos y negros, eclesiásticos y municipales, me inspiran interés por su condición artística. Mas estos renglones, a los que podrían poner música un Villa o un Marquina, un Power o un Cambronero, un Gassola o un Calés, van encaminados únicamente a poner de manifiesto la poca atención con que se mira la meritísima labor de los músicos militares y la parquedad en su retribución.

Sé que el Ejército, aun en tiempo de paz (que Dios guarde muchos años), requiere gastos enormes; pero por lo mismo que en ellos cabe mucho, sería muy loable que se remunerase mejor a los encargados de la solfa.

No propongo que un bombardino sea considerado como el coronel del cuerpo en donde sopla, ni que un saxofón en sí bemol cobre lo que un teniente general; pero que se les escatime las perras, no me suena bien. Porque hay músicos de madera con madera de buenos artistas; los hay que por el vil metal manejan bien el metal que no es vil, y los hay, en fin, con muy buenos golpes, que los palillos o el mazo se encargan de hacer llegar a todo el Mundo.

En suma, lector amigo, yo quisiera tener suficiente influencia cerca de los altos poderes para lograr que en los correspondientes presupuestos cupiese el merecido aumento en el número de músicos y en su dotación; yo quisiera que los jefes de los cuerpos considerasen que lo que llevan delante (me refiero a la banda) no es una obligada murga, sino una agrupación artística digna de la justicia que a toque de tambor pido para ella desde aquí, y, por último, quisiera que me dispensasen este atrevimiento y no me arrojasen de si con cajas destempladas.

Juan Pérez Zúñiga. 


(1) Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional. 

 

 






 

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