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viernes, 9 de febrero de 2024

La bandera en el corazón

                                   


                        

En este peregrinar en busca de las huellas que Don Juan Pérez Zúñiga ha dejado de su existencia, nos vamos encontrando con infinidad de detalles dignos de ser contados y voto a bríos que así se hará si no me abandonan las fuerzas y Dios no tuerce los renglones por donde transcurren mis días.  

Hoy por hoy, con cuentagotas y muy a mi pesar, voy dejando ver cosillas a través de esta ventana abierta que me proporciona el blog, pues ya avisé en ocasiones anteriores que esta labor es ardua, que don Juan nos ha dejado muchísimos textos, composiciones poéticas, narraciones en prosa, crónicas de actualidad, amén de sus novelas largas y cortas; textos, las más de las veces, llenos de intención y con mensajes más o menos claros que requieren una lectura pausada y meticulosa, que pide a gritos leerse entre líneas, para no dejar pasar nada que nos ayude a perfilar su personalidad.

Hoy traigo una pequeña poesía que formó parte de uno de sus libros recopilatorios de las colaboraciones en la prensa que prodigó. Nos referimos a Coplas de sacristía, obra de la cual realizó dos ediciones, la primera en 1906 y la segunda, probablemente hacia 1921, y dentro de la colección de sus Obras Completas con la Editorial Renacimiento.  

Estos versos, que el propio autor en el prólogo confiesa no son ni coplas ni de sacristía, son diferentes textos alusivos a la religión que él mismo profesa y de la que se siente muy orgulloso, la religión católica; textos creados para que —según dice él— puedan ser leídos, en sus momentos de ocio, por los presbíteros, sacristanes y monagos, siempre, dejando bien claro que no tienen la más mínima intención de ofender a nadie, más bien al contrario, de entretener o solazar.

Zúñiga, a estas alturas de su vida ya es conocido por su moderado pero sin tapujos anticlericalismo, por su mofa hacia las supercherías y la excesiva afición que hay en España a las reliquias.  Es un liberal convencido de la separación de la política y la religión, del Estado y de la Iglesia, lo cual no quita que profese, como hemos señalado, la religión católica, y cuente entre sus amigos, con muchos sacerdotes.

Ya profundizaremos en el momento oportuno, pero sospechamos que su condición de burgués y católico en los días del Madrid asediado de la Guerra Civil de 1936, le hicieron cauto dentro de su "cautividad" y prudente a más no poder, creyendo por nuestra parte que su amistad con el sacerdote Leocadio Lobo, que merecerá capítulo aparte en esta larga historia, tuvo mucho que ver con su relativa tranquilidad en el devenir de la guerra, bombas a parte de los que asediaban la capital. 

Lo malo de las posiciones centradas, que otros llamarán con premura tibias, es la situación en la que quedan cuando el torbellino ideológico se radicaliza, cuando los extremos se estiran (tanto que acaban tocándose) y la paz, la calma, la convivencia y las relaciones se vuelven imposibles.

Con la poesía que hoy traemos, Don Juan, se pude ganar enemigos por todos los lados, por los integristas o íntegros, u ortodoxos, de cualquier ideología, y, esto es así, por la sencilla razón de que aplica el sentido común y da su opinión sobre un asunto que asalta la actualidad de sus días y no solo no comparte, sino que critica con su característico humor, no exento de sinceridad.

Ya conocerán ustedes lo que se dice de antiguo acerca de los curas en España, aquello de que siempre vamos detrás de ellos, unas veces siguiéndoles con cirios y otras con estacas.

Hablar del catolicismo en España es para temblar, en ocasiones de sincera emoción y en otras de triste dolor. Es muy difícil mostrarse indiferente ante el mensaje de Cristo, y por ende, de la Iglesia, a pesar de la acusación que sufre esta última de malinterpretar el mensaje del Salvador.

Pero no reconocer que la Iglesia ha cambiado a lo largo de su historia, que ha ido siempre adaptándose a los tiempos, sería equivocarnos, sin necesidad de señalar que estos cambios sean producto del oportunismo interesado o hijos de una soberana y excelsa virtud.

La composición poética de Zúñiga se sitúa en el contexto histórico vivido en España durante el reinado de Alfonso XIII y más en concreto durante los días que siguieron a la consagración de España al sagrado corazón de Jesús por parte del bisabuelo del actual rey de España. Fue tan grande la devoción nacida alrededor de este símbolo que fueron muchos los partidarios de incluirlo en la bandera de la nación, anhelando de esta manera recuperar nuestro pasado glorioso, perdido por haber dejado de lado la fe en Cristo.

Disculpen si peco de pelmazo, ya les dejo, y lo hago con la composición que Juan Pérez Zúñiga escribió a cerca del Corazón de Jesús y la bandera de España, que ya les adelanto, no va a gustar a más de uno, pero es lo que hay.

Pd. Si me preguntan si me gusta les diré que sí. Porque goza de la oportunidad del documento histórico y de la calidad del documento literario. ¿Qué tiene actualidad? Desgraciadamente creo que en cierta manera algo también. Cada uno es libre de pensar lo que crea oportuno y colocar en la bandera de España lo que le plazca —siempre y cuando no se delinca— e incluso, como se ve en estos días hasta de dejar el hueco, literalmente hablando, cortando la tela, en donde no poner nada, circunstancia esta que me recuerda a mi santa madre (que leyó mucho a Zúñiga), que nos decía que en la nevera siempre tenía una botella vacía, y cuando le preguntábamos que para qué, nos contestaba, con guasa, que para los que no quieren beber nada.

Hasta la próxima querida gente.

 




Dentro del apartado final del libro que comentamos, denominado con sutil humor Apendicitis, se recogen diversas noticias de esos días que son comentadas acto seguido por Zúñiga con sus festivos versos.  

 Texto: 

La Montaña de San José (revista ilustrada) ha iniciado la idea de gestionar cerca de los Poderes públicos que el Corazón de Jesús sea parte integrante de la bandera española, y otra revista, El Pan de los Pobres, se adhiere con entusiasmo a esto que llama “grandioso pensamiento”.

Sin que esto sea burlarme

del Corazón del Señor

(¡de semejante pecado

por siempre me libre Dios!),

yo entiendo que las banderas

bien están como están hoy,

sin vísceras respetables

de santa circulación.

¿Qué por no llevar grabado

tan rico emblema perdió,

como castigo del cielo,

su integridad la nación?

¡También cuando éramos grandes

sin corazón del Señor

iba la enseña y triunfaba!...

Sí; todo buen español

nunca el corazón grabado

en la bandera llevó;

¡siempre llevó la bandera

grabada en el corazón!

 

Tipos raros. VII. El del orfeón.

  Dedicatoria. —¿Qué te parece Zúñiga si le dedicamos esta entrada del blog a mi hermano Juan y a sus compañeros del orfeón de veteranos d...