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sábado, 14 de octubre de 2023

Los amores de Juanito

 

Juan Pérez Zúñiga y Aurora Maffei (1)


 Que la música forma parte del mundo de nuestro Zúñiga desde su más tierna infancia nadie lo puede poner en duda. Debió crecer entre notas musicales y pentagramas, por lo que no es extraño que sus primeras palabras nacieran danzando y que con musical ternura se lanzara, casi desde la cuna, a versificar, esto es a medir en versos y estrofas lo que salía de su tierno caletre.

De Esteban, su padre, sabemos que fue violonchelista y que compuso alguna pieza musical, y que por los años de la adolescencia de Juan dedicaba sus tiempos a la contabilidad de la Sociedad Artístico-musical de Socorros mutuos, pero, fue sin duda más fuerte la influencia de su tío Juan, hermano de su padre, concertino en el Real, a la hora de captarle e invitarle a entender el mundo y la vida de musical manera, dándole clases de violín.

Sírvanos esta pequeña introducción para decir que uno de los primeros medios periodísticos en donde Juan Pérez Zúñiga fue dejando su impronta de versificador fue la revista Crónica de la música, que desde 1878 hasta 1882, fue divulgadora de la historia de la música, de los instrumentos y de las técnicas, así como de las últimas noticias de ese fantástico mundo del teatro, la ópera y la zarzuela.

Y sírvanos también todo esto para decir que fue en el mundo de la música en donde nuestro protagonista encontró el amor.

Entre rimas y arpegios, entre versos garabateados y claves desparramadas en cuadernos esparcidos por su mesa de trabajo, le vemos dirigirse a la persona amada, a su primera novia, a la pianista Isabel Echeverría. Es el 29 de junio de 1881, y la revista musical citada tiene el honor de acoger esos versos de amor escondido que Juan dedica a Isabel. Dicen así:

A la distinguida pianista Isabel Echeverría.

En estas pobres quintillas 

no te diré maravillas,

sino la pura verdad

con mucha sinceridad

y en las frases más sencillas.

No te hablaré de rocío,

ni de lindas mariposas,

ni de amor, ni de desvío;

pues por un capricho mío

jamás hablo de esas cosas.

Fijarme quiero afanoso

en tu gracia principal;

y no sé qué es más hermoso

si tu trato cariñoso

o tu genio musical.

Cómo de virtud portento

te admira mi tosca pluma;

pues por ganar tu sustento

no abandonan ni un momento

el trabajo que te abruma.

Hay de pianistas, la mar

en extranjero lugar

como en el suelo español,

y todas tocan el sol 

(que es el colmo del tocar).

Pero que te iguale a ti

no hay ninguno, ¿qué ha de haber?

Digo; me parece a mí.

¡Y cómo darás el !...

yo lo quisiera saber.

No extrañes si hay ocasiones

en que ayudarte resuelvo,

y cometo distracciones

saltándome los renglones

cuando las hojas te vuelvo;

Pues es porque me hace Dios

ir de tu mirada en pos,

y pierdo el compás así;

te lo hago perder a ti…

y nos perdemos los dos.

Soy a mi promesa fiel

y estas coplas te remito.

Son muy malas, Isabel;

mas no te olvides de aquel

que para ti las ha escrito.

Juan Pérez Zuñiga.

 Simpáticos versos de Zúñiga a la joven pianista, versos que nos hacen imaginárnoslo apoyado en el piano, con la manos en el atril, pasando despistado las hojas del pentagrama mientras fija la mirada, escondida tras de los cristales de sus gafas, en el lindo rostro de la pianista… por lo menos.

Juan se quedó sin saber cómo diría Isabel el sí. Dos años después formalizaba relaciones con otra pianista, también del suelo español, y también tocadora del sol, que como él decía, era el colmo del tocar.

La nueva pianista, su nuevo amor, supo también tocar su corazón, y, Juan pensó al conocer su nombre que era sin duda su clave de sol. No podía menos que llamarse Aurora; Aurora Maffei, la mujer con la que acabó casándose y componiendo la partitura de su vida familiar.

Hasta la próxima.

 

 

Pd. En un manuscrito que el gran Zúñiga legó a sus descendientes, en el que bosquejó sus recuerdos, decía lo siguiente, en referencia al lugar en donde tomaba parte en cuartetos como violinista: «Entre otros músicos más, actuaron allí también Isabel Echeverría y Aurora Maffei, pianistas ambas. De la primera fui novio. Con la segunda me casé.»

 

(1) Imagen cedida por los descendientes de Juan Pérez Zúñiga


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