domingo, 10 de septiembre de 2023

A vueltas con la primera publicación de Zúñiga

 





      En el Bosquejo de Memorias que Juan Pérez Zúñiga nos ha legado, nos dice:

«…en Diciembre de 1876, falleció mi madre, y a ella dediqué los primeros versos que me fueron publicados; y lo fueron en un periódico titulado “El Iris”, redactado por jóvenes».

Debemos decir que esta publicación no la hemos encontrado todavía; (¡viva el optimismo!), y que hasta ahora teníamos anotada como primera publicación la aparecida en el Madrid cómico el 9 de mayo de 1880, con el título de «Un adorno.» [Ver la primera publicación de este blog del día 25 de junio de este año.]

Pero como esto de la búsqueda en los archivos es algo para tomar con mucha paciencia y esmerado tino, y se da el caso de que por más que estén digitalizados no resultan ni una panacea ni la purga de Benito, aquí estamos hoy entusiasmados porque hemos topado con otros dos documentos más antiguos que el mencionado del Madrid Cómico.

La clave de todo este tejemaneje indagador está en las palabras que escribamos en el campo “búsqueda”, y, por supuesto, en la atención que pongamos sobre los resultados que nos vayan surgiendo, pues hay palabras que nos aparecen muchísimas veces trastocadas de alguna manera y un “Pérez” puede verse con signos y grafías intercalados que lo camuflan en un proceloso mar de datos, v.g., P+erez o Péres, o incluso Jerez; y quien dice un “Pérez”, dice un “Zúñiga” (Zuniga, Zunica; etc.), o incluso un “Juan” (Xuan, huan, etc.).

Y tras este prolegómeno explicativo en el que a punto he estado de perderme, me rindo ante la nueva evidencia y anuncio el hallazgo de los dos nuevos textos de Juan Pérez Zúñiga encontrados en La correspondencia de los niños, semanario dominical consagrado a los educandos de ambos sexos, con domicilio en la calle Leganitos, 38, principal.

De este periódico la Hemeroteca Digital de la BNE conserva todos sus números (un total de 44) que van desde el 9 de abril de 1876 hasta el 4 de febrero de 1877, fecha en la que fue sustituido por otro llamado La Correspondencia de la Juventud del que se conservan 18 ejemplares, todos de 1877.

La obra que viene a ser ahora la más tempranera aparición de Zúñiga en la prensa lleva el título de Epitafios, se publicó en La Correspondencia de los niños el 4 de junio de 1876 y está formada por un par de sencillas composiciones poéticas festivas producto de la mente de un adolescente Zúñiga que a la sazón tan solo tenía 15 años.

Helas aquí:

            Epitafios

            —¡Qué larga que es esta losa!

            —¿En qué consiste la cosa

                si el difunto bajo era?

            —Tuvo la idea famosa

                de enterrarse con chistera.

                ----------------------------------

                Yace aquí el pobre Marcial

                de ideas republicano,

                que se murió muy ufano

                cantando la marcha real.

                                 Juan Pérez Zúñiga

 Quiero traer también otro asunto a este encantador mundo de Zúñiga. Recordemos que su vida abarca desde 1860 hasta 1938, todo un tiempo de grandes transformaciones culturales, sociales y técnicas en la sociedad que le vio crecer.     

    La vida de nuestro Juan no es que esté relacionada con el humor, no, es que tuvo su fundamento en esa cualidad humana tan necesaria, desde nuestro punto de vista, para sobrellevar las penas del valle de lágrimas en donde nos pusieron nuestros primeros padres (¡Caray con el Adán y la Eva!).

    Pues bien, en los días en que Zúñiga presumía de lozanía y juventud, y comenzaba sus pinitos literarios y sus contactos universitarios, en las páginas de los periódicos veíamos muchas muestras de humor, y secciones que tenían como finalidad entretener a los lectores. Eran páginas con acertijos, preguntas culturales, símiles (los famosos “en que se parecen tal y tal”), charadas y jeroglíficos ante los que me gustaría ver a los aficionados de hoy pues son verdaderos cuadros formados de preciosas y precisas ilustraciones que escondían largas y sentenciosas frases. En definitiva se trataba de páginas que más adelante pasaron a denominarse pasatiempos.

    Pues bien, la segunda obra en el tiempo de la producción de Pérez Zúñiga tiene que ver con esta faceta de entretenimiento que recogen las páginas de los periódicos. En concreto con las Charadas y la escribe el 24 de septiembre de 1876 en el mismo periódico en que apareció la primera.

    Con anterioridad, en ese mismo medio, podemos leer con fecha 30 de julio de ese año las Reglas charadísticas. Una serie de diez puntos en donde los responsables del periódico explican las normas a las que hay que atenerse para escribir charadas, que, como dice su primer punto, se trata de una especie de acertijo o enigma.

    Pero para no cansar al personal y evitar perdernos en divagaciones innecesarias, traemos aquí a continuación las mencionadas normas o reglas:

«Reglas charadísticas.

1.- Es la charada una especie de acertijo o enigma que consiste en combinar las sílabas de una palabra formando otra y otras cuyo significado debe expresarse.

2.- Es sílaba, toda letra o conjunto de letras que se pronuncien en un solo tiempo, o sea, con una sola emisión de voz, considerando en consecuencia, que los diptongos y triptongos constituyen siempre una sola sílaba.

3.- Las charadas pueden ser en prosa, en verso o mixtas y admiten todo género de metros y de formas.

4.- Para designar las sílabas se usan de expresiones numérales y ordinales v.g., una, prima, primera; dos, segunda; tres, tercia, tercera; etc., etc., y también pueden llamarse inicial, última, final, terminal, penúltima, antepenúltima, etc., etc.

5.- Para designar la palabra que encierra la solución de la charada se emplean todo, total, conjunto, palabra, expresión, vocablo, etc., etc.

6.- Tanto las sílabas cuanto el todo de las charadas deben subrayarse para evitar confusiones.

7.- Como regla general no deben emplearse expresiones de jerga o germanía, ni voces provinciales, extranjeras o técnicas; pero en caso de usarlas es necesario advertirlo en el texto de la charada, especificando con toda claridad su origen y la clase a que pertenecen.

8.- Los apellidos no deben usarse a menos que sean muy conocidos.

9.- Si se hace mención de una letra es conveniente expresar si es vocal o consonante.

10.- Son permitidas las siguientes licencias: llamar letra K a la sílaba Ca; B a Be; Ch a Che; P a Pe; sustituir a Be por Ve; Ge por Je; Ce por Ze y viceversa, y hacer caso omiso de la H u otra letra que no se pronuncie.

Téngase, empero, entendido que la charada será tanto más perfecta cuanto menos licencias se tome el autor y menos contraríe los principios establecidos en estas reglas.»

    A estas reglas yo añadiría que el orden con el que se anuncian las sílabas encriptadas es el orden en el que aparecen en la palabra a descubrir.

    Y viajando hacia delante, volvamos, al periódico en el que Zúñiga escribió su charada, que es esta, y que si se toman su tiempo, podrán tener como ejemplo, toda vez, que acto seguido les doy la solución.

                Hace el ave en su nido

                Primera y cuarta.

                La cuarta repetida

                Fuiste en la infancia.

                Segunda y quinta

                Es flor que huele mucho

                Y es muy bonita.

                De la escala una nota

                Nombra la quinta.

                Y el todo de los chicos

                Es la delicia.

                Es tan sencillo

                Que si tú no lo aciertas

                No eres muy listo.

                                Juan Pérez Zúñiga.

Solución: POLICHINELA

    Trabajen un poco la sesera (como ha hecho su humilde servidor) para llegar a entender este curioso pasatiempo que hoy ha desaparecido prácticamente de los periódicos y, por supuesto, no ha hecho acto de presencia (que yo sepa) en los nuevos medios de comunicación que el bueno de Zúñiga ni soñaba pudieran llegar a existir algún día.

     Y ya me despido con esta humilde charada de mi cosecha particular:

                Siendo la tercia par

                Y dos y una de Portugal mujer  

                Con el todo me despido

                Esperando pronto volver.

     La solución me la envían en el apartado de los comentarios, si les viene en gana.

 

 

 










domingo, 3 de septiembre de 2023

Los besos

 

Hoy traigo algo de Zúñiga que rezuma actualidad. 

Se trata de un texto titulado Los besos que incluyó en su libro Alma guasona de 1911.

Picarón y divertido, amante del buen humor y de la guasa, Zúñiga se mantuvo siempre respetuoso y caballero con las mujeres, a las que admiraba con toda su alma. 

Con estas palabras que siguen, y con algunas más que irán apareciendo, conoceremos mejor la personalidad del bueno de Zúñiga, al que hoy vemos reflexionar sobre el tacto con mucho ídem. 


Los besos

No hace mucho tiempo los Tribunales de Milán sentaron jurisprudencia muy severa respecto de los majaderos que besan a una mujer contra la voluntad de ella.

Refiere la Prensa italiana que Giuseppina Tagliabue, lindísima joven de diez y seis años estaba una noche sentada con la sua mamma en un banco de cierto paseo, abstraída en la contemplación de una función de fuegos artificiales, cuando de pronto sintió que otros labios se unían a los suyos.

Un elegante desconocido, que opinaba seguramente de distinta manera que yo respecto de los besos, estampó un par de ellos en la boca de Giuseppina, la cual, según se cuenta, se desmayó al recibirlos, sin que sepamos qué fue lo que se propuso al desmayarse.

La madre puso el cielo en el grito (porque tenía el defecto de hacerlo todo al revés), y comenzó a decir cosas un tanto molestas para la familia del atrevido galán, el cual trató de huir, aunque infructuosamente, pues un caballero que por allí discurría (es de suponer que discurría) le alcanzo y le detuvo, logrando saber que una apuesta con cierto amigo había originado aquella tan brusca acción, llevada a cabo al aire libre y entre cohetes y bengalas.

La señorita Tagliabue presentó querella ante los Tribunales de Milán, y estos han reventado al violento besador, pues no han obligado a su víctima a la devolución del beso furtivo, fallo que hubiera sido muy del agrado del agresor, sino que han impuesto a este el castigo de cinco meses de reclusión.

Yo le hubiera condenado, no a muerte precisamente, porque es una pena que está llamada a desaparecer por lo desagradable que suele resultarle al reo; pero a cadena perpetua sí. ¡Por imbécil!

Lo dulce, lo grato, lo que produce escalofríos en el cuerpo y cosquillas en el espíritu, es el beso correspondido, o por lo menos aceptado de buena voluntad por la mujer besada. En cambio, un beso que, a más de ser brevísimo como un rayo de los más veloces, causa el enojo de la mujer que lo recibe, es un acto que solo revela sensible imbecilidad en el que lo ejecuta.

¿Qué placer obtendrá el autor de semejante tropelía? Nunca lo he comprendido.

Claro es, lectores míos, que puesto un individuo en el trance de cometer tal desafuero, ya por apuesta de amigo, ya por impulso de sátiro, más vale besar los labios de una mujer hermosa que los de un sargento de caballería, por buena hoja de servicios que tenga; pero, de todos modos, el beso es un hecho completamente estúpido siempre que no lo origine la corriente de pasión, de afecto tibio o de impetuoso sensualismo que súbitamente se establece en ocasiones entre el sujeto activo y la sujeta pasiva de la acción de besar.

Un beso violento, recibido con el mismo placer que un pescozón o que una noticia desagradable, no es beso: es más bien algo así como el suave mordisco de un perro mal educado.

El hombre que se proponga besar sin fundamento y sin esperanza de producir en los labios receptores la sensación de placer que debe resultar del beso, déjese de alarmar a nadie, y evitándose cinco meses de prisión, haga su inconcebible experimento con una estatua broncínea o marmórea lo más hermosa posible, que al menos de ese modo se librará de una espléndida bofetada, máxime si la escultura elegida es la Venus de Milo, dama carente de extremidades superiores, según las opiniones más autorizadas.

Y conste que lo mismo que digo respecto de los besos, lo sostengo en cuanto a otras expansiones del quinto sentido corporal bruscas, momentáneas, manifestadas al paso…

¿Qué se logra con ellas sino empeorar la situación del ánimo propio y causar una mala impresión en el ajeno?

Cuando veo a una mujer atrayente y sugestiva que pasa muy cerquita de mí mostrando sus mal disimulados encantos personales, lejos de hacer lo que algunos de mis impulsivos compatriotas… trago saliva, me meto las manos en los bolsillos con aparente tranquilidad y espero circunstancias más propicias…

Contando seguramente con la correspondencia o, por lo menos, con una acogida benévola de la parte contraria, está justificado todo movimiento impulsivo y no hay que temer querella alguna ante los Tribunales, a no ser que la favorecida tenga marido y este se entere y no sea un sinvergüenza.

Todas las precedentes consideraciones acerca del beso y sus afines me las ha sugerido la noticia de Milán a que aludo al principio de estas cortas, pero muy honradas líneas.

Sí, mis amados lectores; ante todo hay que ser prácticos y tener en cuenta estas rimadas palabras del apóstol San Sinesio (1):

«Un beso por sorpresa

es una tontería del que besa.»

A cuyas palabras añado yo estas otras con las cuales termino:

«Ora fuere su objeto bueno o malo,

aquel sátiro ful a quien le plugo

dar un beso a traición merece un palo,

pues se cree un besador y es un besugo.»

 

(1). Se refiere a su amigo y también escritor Sinesio Delgado.


Hasta otra amigos. 

Saludos del indagador entrometido. 





Tipos raros. VII. El del orfeón.

  Dedicatoria. —¿Qué te parece Zúñiga si le dedicamos esta entrada del blog a mi hermano Juan y a sus compañeros del orfeón de veteranos d...