jueves, 4 de julio de 2024

Tipos raros. V.- El perpetuo inamovible

 



Introducción.

Está visto que hay tipos raros hasta más allá de la muerte y que cesar en el mundo de los vivos no es causa que te impida seguir ostentando ese título que Zúñiga endilga a alguno de sus semejantes. El ejemplo de hoy es buena muestra de lo que digo. Lean, lean, y verán hasta dónde llega la imaginación de nuestro escritor favorito.

Texto. 

V.- El perpetuo inamovible.

(Diálogo en una portería)

—Y diga, usté, doña Nemesia, con esto del cambio de Ministerio, ¿limpiarán el comedero a sus hermanos de usté?

—No, Petra. A mis hermanos jamás les dejan cesantes. Siempre los han respetado desde que entraron en Hacienda.

—¿Y hace mucho que entraron?

—Antes de que mataran a Prim.

—¿Qué dice usté, señora? ¿Conque fueron ellos?

—No, hija- Quiero decir que a raíz de aquel suceso los emplearon, y por lo visto son inmuebles, porque nunca los tocan.

—No les pasa lo que a mí. En tres meses, cuatro porterías.

—Pues otro caso de inamovilitud fue mi marido, que esté en gloria. Entró en el Ayuntamiento a los quince años, y no salió hasta que dejó este pícaro mundo.

—¡Buena encerrona!

—Cuarenta y cinco años estuvo sirviendo en el ramo de limpiezas. Precisamente por eso me casé con él; ya sabe usted lo limpia que soy.

—¡Pues ya pudo limpiar algo en cuarenta y cinco años!

—Y no estuvo más tiempo allí, porque después de muerto le hubieran tomado asco en las oficinas municipales.

—Vaya, vaya, doña Nemesia; por lo que veo, esa constancia es un soplo, comparada con la de mi difunto Lucas, que dios haiga.

—¿Qué fue?

—Bedel de Instituto.

—¿Y prestó allí servicios mucho tiempo?

—Desde los veinte años.

—¿Y cesaría quizás el día de su muerte?

—No, señora; sirve todavía.

—¿Y se lo consienten? ¡Qué atrocidad!

—Esa es la particularidad de mi hombre.

—¿Pero está bien muerto?

—Sí, señora; completamente. Su recomendante que, según dicen, fue el herrero de la posada…

—Sería Posada Herrera, mujer.

—Eso. Pues le dijo: «Toma esta credencial para que sirvas en el Instituto. Es un buen puesto; no dejes de servir allí, aunque te mueras.» y mi hombre, obediente como él solo, lo tomó al pie de la letra y sigue sirviendo allí.

—Pero ¿dónde?

—En el Gabinete de Historia Natural.

—Pero ¿para qué sirve?

—Para enseñanza de los alúminos. Allí está metido en una letrina.

—Vitrina, querrá usté decir.

—Eso es. Después de llevar en el Instituto veinte años de bedel, ya lleva otros veinte prestando servicio de clase de esqueleto.

—¡Jesús y María!

—¿Y cómo fue el quedarse así?

—Porque le faltó la carne y…

—No; digo que ¿cómo es que está allí?

—¡Ah! Por un capricho del director.

—¡Me deja usted tonta!

—Pues nada; no tiene usted más que llegarse al Gabinete, y a mano derecha, conforme se entra, fijarse en una garita de cristales, sobre la cual hay un letrero que dice: «Esqueleto de orangután».

—¡Por Dios, Petra!...

—Sí, señora, de orangután. El pobrecito, dicho sea de paso sin ofender a su santa memoria, era muy feo y muy mal configurado; y nada tiene de extraño que hoy pase por lo que pasa. ¡Si usté le hubiera conocido!... Dicen que ahora está, si cabe, mejor que cuando gastaba gorra con galones y me atizaba leña con un palo. Pero yo no voy jamás a verle, porque me causaría una pena horrible. Además, me daría muchísima vergüenza que al ponerme a rezarle padrenuestros delante del armario en donde está, se burlaran de mí todos aquellos avechuchos disecados que hay alrededor del infeliz. Precisamente, según me han dicho, tiene colgado encima un cocodrilo más grande que usté, y el día menos pensado se desprende sobre mi Lucas y no me le deja un hueso sano.

—¿De modo que allí estará per secula seculorum?

—Amén; sí, señora. Y como empezó de bedel, no sabe usted lo que le consideran todos los profesores.

—Pues ya puede usted decir que es el colmo de la inamovilidad, y que empleado como él no habrá otro en establecimiento alguno. ¡Mire usted que morirse y continuar sirviendo como si tal cosa!...

—Sí, señora. En buena hora lo diga, mi Lucas no ha faltado un solo día al Instituto desde febrero del sesenta y uno hasta hoy día de la fecha. Eso es servicio permanente, lo demás son pamplinas.

  

Comentarios.

Simpática conversación la mantenida entre doña Nemesia y doña Petra. Cuántos humoristas posteriores han recreado conversaciones parecidas y hasta es posible que Zúñiga bebiera también en algún colega anterior. Las porteras y los caseros eran personajes asiduos en los textos festivos del momento.

Es genial hasta dónde se riza el rizo de la absurdidad, pero al mismo tiempo es entrañable internarse en ese diálogo mitad cándido mitad palurdo. Los alúminos (alumnos), los inmuebles (inamovibles), la inamovilitud (inmovilidad), la letrina (vitrina), en fin, ese enredo verbal propio de las comedias bufas.

Limpiar el comedero, nueva expresión aprendida antes de acostarnos hoy (ya saben, a la cama no te irás…); se trata de un dicho coloquial para referirse al acto de quitarle el empleo o el sustento a alguien. Muy curioso.

Entraron antes de que mataran a Prim; pero ¿fueron ellos? La madre que te alumbró Zuñi, muy bueno. Fino humor.

Una mención a un personaje histórico. El herrero de la posada de doña Petra es José de Posada Herrera, jurista y político español (1814-1885) que fue el único presidente del Consejo de Ministros del período de la Restauración (1883-1884) que no perteneció ni al partido liberal ni al conservador, pues cuando ocupó ese cargo figuraba enrolado en el la recién constituida izquierda dinástica.

En resumen, me ha gustado mucho este original diálogo, que no hemos encontrado publicado en la prensa, y en consecuencia deseo una larga “vida” al señor Lucas. Y no tengo nada más que decir.

Hasta la próxima.

El Zuñi de inda, o viceversa.


2 comentarios:

  1. Que gracioso diálogo, me he reído muco con Doña Petra y con doña Nemasia. Gracias por estos buenos ratos.

    ResponderEliminar
  2. El diálogo porteril es buenísimo, "desde antes de que mataran a Prim", ja ja ja. Begoña

    ResponderEliminar

Tipos raros. VII. El del orfeón.

  Dedicatoria. —¿Qué te parece Zúñiga si le dedicamos esta entrada del blog a mi hermano Juan y a sus compañeros del orfeón de veteranos d...