Introducción.
En este
capítulo Zúñiga riza el rizo regalándonos un texto completamente florido. De la
cruz a la fecha concatena toda una serie de nombres relacionados con la
floricultura o biología floral para describirnos a un maníaco de las flores,
llamado, ¡cómo no!, Jacinto Rosales. El propio Zúñiga destaca en cursiva
las palabras que forman parte de esa exposición monotemática de términos para
demostrar su destreza buscando originales paralelismos entre la ficción y la
realidad.
Lo dicho, todo
un derroche de inventiva.
XII.- El amante de las flores.
Presento a
ustedes a Jacinto Rosales como tipo de primavera raro y curioso.
Hijo de D.
Diego Rosales y Doña Hortensia Ramos, nació por Pascua florida
en la calle del Clavel, y se trajo al mundo una profunda pasión por las
flores.
Hubiera
querido que la autora de sus días, en vez de ser una madre culta, hubiera sido una
madre selva.
Tanto él como
sus hermanos, Narciso y Floro, se hallaban en estado floreciente,
como era natural, cuando yo los conocí. Jacinto era afortunado en todo,
y si de ello se alegraba, solo era por bañarse en agua de rosas.
Aunque
prefería una amapola a una ama seca, vivía con la nodriza que le crio, a
la cual llamaba Peonía desde que la vio casarse con un peón de albañil.
Quien no se
casó nunca fue Jacinto. La flor de azahar tuvo el privilegio de
inspirarle repulsión, como le hubiera pasado con la siempreviva, o sea
la suegra.
Para él no
había en la Historia mujer más simpática que Florinda o la Cava.
Su población
favorita es Florencia.
Se constipaba
frecuentemente solo para que le diesen flores cordiales, pues en su afán
por las flores, no le bastaba llevarlas en el ojal o en la mano, sino que
también las quería llevar por la parte de adentro.
En vez de
comer en un plato comía en un tiesto, y si tenía que batirse no admitía
más armas que el florete.
Su manía le
llevaba hasta el uso innecesario de los co-lirios, aunque tenía unos
ojos que para mí los quisiera.
A sus primos Jenaro
y Heliodoro, los llamaba Geranio y Heliotropo, respectivamente, y a
su tío Crisanto, Crisantemo.
Sus escritores
predilectos eran Ramos Carrión, Flores García y Fernanflor; no leía más
periódicos que Flores y Abejas, de Guadalajara, y no iba al teatro como
no hicieran El clavel rojo, Flores de un día, La pasionaria,
La flor del espino, Azucena, Las flores, Margarita,
Claveles dobles o El puñao de rosas, así como no faltó jamás a
los famosos bailes de La Magnolia y El Ramillete. Por supuesto,
que su espectáculo favorito eran las batallas de flores.
Respecto a la
iglesia, no ponía los pies en ellas más que en Mayo, cuando se celebran las Flores
de María, ni fue jamás a otra verbena que a la de San Antonio de la
Florida.
En cambio era
jugador empedernido; pero no le gustaba ser punto, sino banquero, para decir:
—¡Tallo!
El día que no
le echaban agua por encima, con una regadera, cantándole a la vez el Himno
de Riego, estaba lacio y mustio.
Como es de
suponer, iba siempre por la calle echando flores a las mujeres.
Cierto día
dijo a una chula:
¡Adiós, alhelí!
¡Adiós, alelao!
—le contestó ella.
Lo que no tuvo
nunca fue un buen pensamiento.
Y su mayor
dicha hubiera sido tenerlos, para haber podido concurrir a los Juegos
Florales, y haber llegado a ser personaje de muchas campanillas.
En fin, todo
lo relacionaba con las flores, y lo que sentía era no poder tomar el chocolate con
tulipanes, y que las zapatillas no tuviesen pétalos, y las pistolas
pistilos.
Por último, aunque
nuestro hombre era la flor de la maravilla, también le llegó la hora de marchitarse.
Le cameló (con una camelia, como es lógico) cierta florista llamada Rosalía
Romero; y como quiera que tras dos años de relaciones ella le dejó plantado
un Domingo de Ramos, el pobre florimaníaco murió de pena,
precisamente en la calle del Florín, y siendo un lila de primer
orden.
¿Verdad que es
rarísimo el caso de Jacinto Rosales?
Comentarios.
Como hemos
dicho en la introducción, estamos ante un nuevo derroche de trabajo imaginativo
y festivo de Juan Pérez Zúñiga. No hay un solo párrafo en donde no introduzca una
referencia al tema central con el que viste la biografía de su personaje.
De golpe y
porrazo nos inunda su agenda de nombres ficticios con una buena lista: Jacinto
Rosales, Diego Rosales, Hortensia Ramos, Narciso, Floro y Rosalía Romero. Y
si no encuentra la flor adecuada, recurre a la transformación oportuna para conseguir
su objetivo, como llamar Geranio a Jenaro y Heliotropo a Heliodoro, y
Crisantemo a Crisanto.
No olvida su
acostumbrado juego del doble sentido de las palabras o el de parangonar conceptos,
equiparando la madreselva con la madre culta, las amapolas
con las amas secas (mujeres encargadas de cuidar a los niños, no de
criarlos, porque entonces estarían amamantándolos y serían amas a secas,
no secas.) La peonía, le trae a la cabeza el peón de albañil; del
latín pedo-pedonis, soldado de a pie, como los del ajedrez o como ese jornalero
sin habilidades especiales que hace lo que puede y va aprendiendo sobre la
marcha. La flor del azahar (del árabe zahr: flores), radiantemente
blanca que simboliza las virtudes de la novia camino del altar, la elige para
decirnos que al bueno de Jacinto el matrimonio le producía repelús. La siempreviva,
otro ejemplo, que, ¡oh dios mío!, compara con la suegra, y acudimos al
diccionario para asegurarnos y ver que alguien es o está vivo o viva cuando aprovecha
las circunstancias y sabe actuar en beneficio propio. ¿Así actúan las suegras?
Zúñiga cree que sí, y no un día, sino siempre, siempreviva. El alhelí,
con ese alelao (castizo alelado), tonto, lelo, que le espeta cierta chula con
la que se cruza un día. Tontuna la de nuestro protagonista que le hace carecer
hasta de pensamientos pues le falta tiesto en donde colocarlos, sin
duda. Y como en el caso de los nombres si no le viene a la cabeza la relación
deseada, la busca por otros derroteros, como en el caso del colirio,
palabra que descompone para poder sacar a relucir a esa hermosa flor.
Queda claro
pues que todo lo relaciona con las flores. Cuando halaga a las mujeres echándolas
flores, piropeándolas, destacando sus atractivos, como no puede ser de otra
manera. Cuidado con eso hoy, Jacintos del mundo, que os pueden quebrar si os
pillan con el requiebro. Los juegos florales con los que sueña
alcanzar la flor natural del vencedor, pero su cacumen le da para elaborar poca
poesía, no logrando ser nunca un personaje de muchas campanillas (de
importancia).
Jacinto al
principio era feliz, se bañaba en agua de rosas, o en agua rosada, que es lo
mismo que decir que se alegraba, y se constipaba adrede por el solo hecho de disfrutar de
las flores cordiales, esas que se mezclan en infusión buscando la forma
de hacer sudar al enfermo para curarle.
Hasta en el
trance de un duelo personal, tira de su pasión el señor Rosales, y elige como
arma el florete (arma blanca de hoja larga y flexible; de origen
francés) para esgrimir en el esgrima sus habilidades. Como Zúñiga esgrime su
ingenio para deleitarnos con estos textos.
Es digno
resaltar al personaje citado de Florinda también conocida como la Cava
(la prostituta). Una supuesta hija del conde don Julián de Ceuta que mancillada
por el rey Rodrigo dio pie, por pura venganza a la llegada de los musulmanes a
la Península Ibérica y la caída del reino visigodo.
Igualmente decir que Fernanflor es el seudónimo como se conocía al escritor, periodista y humorista Isidoro Fernández Florez (1840-1902). Miguel Ramos Carrión, dramaturgo y periodista (1848-1915) y Francisco Flores García (1846-1917), escritor y humorista también son citados en la narración.
Elige Zúñiga
un ramillete de obras de teatro para dar más fuerza a su florido texto, obras
entre las que destacamos, quizá por ser la que más popularidad alcanzó, la
titulada El puñao de rosas. Zarzuela de costumbres andaluzas con música
de Ruperto Chapí y libreto de Carlos Arniches y Ramón Asensio
Más.
Cita bailes
famosos como La Magnolia y El Ramillete, de los que no hemos podido
averiguar nada; fiestas como la batalla de las flores, muy extendida por
España. Y a una revista para él muy querida, Flores y abejas, de
Guadalajara, con la que colaborará durante largos años.
En la cuestión
geográfica Zúñiga nos lleva a la ciudad de Florencia y, de la mano de su
verbena del 13 de junio, a la madrileñísima ermita de San Antonio de la
Florida, en donde reposan los restos de Francisco de Goya y Lucientes;
bueno, el resto de los restos, pues hay que restar la cabeza que no se sabe
dónde la pusieron tras su traslado desde Burdeos ciudad en la que murió.
En lo
religioso a la Pascua Florida (Domingo de Resurrección) y al mes de la Flores
de María (el mes de Mayo).
En lo
histórico al Himno de Riego, símbolo del alzamiento que aquel general
protagonizó contra el absolutismo de Fernando VII y dio lugar al llamado
Trienio Liberal.
Siente no
poder tomar el chocolate con tulipanes, las zapatillas con pétalos
y las pistolas con pistilos, no logrando, inútil de mí, saber a qué se
refiere exactamente, como no sean nombres de las costumbres reposteras de
entonces.
De la misma
manera se queda fuera de mi alcance dar explicación a esa expresión de ‘Tallo!,
que dice le gustaría soltar siendo banquero
y no punto en un juego. Hemos podido averiguar que las expresiones punto
y banca pertenecen al juego del bacarrá, un juego de naipes en el
que se apuesta sobre la mano ganadora entre el jugador (punto) o la banca
(banquero). Pero la expresión ¡tallo!, no sabemos a qué se refiere, a no ser
que sea un sinónimo de plantarse utilizado en la época; pero lo curioso es que la
banca en este juego no se puede plantar, en todo caso lo haría el jugador (punto)
Quedó claro, para
terminar, que nuestro personaje de hoy aparte de un primavera (cándido, simple,
fácil de engañar) fue también la flor de la maravilla, pues al igual que
esta planta originaria de México, él no pudo menos que marchitarse pronto. Le cameló
(¡con una camelia!) una florista que le dejó plantado un Domingo de
Ramos. ¡Vaya final! Murió en la calle del Florín siendo un lila
(tonto, que balbucea más que habla) de primera, aquel pobre hombre que años
atrás había nacido en la calle del Clavel.
Descanse en
paz nuestro tipo raro de hoy. No podremos menos que llevarle flores.