Introducción.
Dice la Real
Academia que iluso es aquella persona que es propensa a ilusionarse con
demasiada facilidad o sin tener en cuenta la realidad, pues bien, yo creo
que todos en algún momento de nuestras vidas hemos pecado de ilusos. Pero la
RAE en una segunda acepción nos añade que iluso es también el que ha sido engañado
o seducido, sentido más acorde con el origen latino de la palabra, pues el
término illusus, participo pasado del verbo illudo, tiene como significado
el hecho de burlarse o ridiculizar a alguien, casi, casi, como lo
que hoy en día podría ser ese ¡inocente, inocente! que nos lanzan cuando
nos creemos algo que no debemos creer. ¡Iluso, iluso!, se dirían los
romanos entre sí gastándose bromas en el foro.
En el episodio
de hoy la rareza del nuevo tipo creado por Pérez Zúñiga es evidente en cuanto a
su proceder, pero no en el hecho de hacerse ilusiones, pues que quieren que les
diga, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, ya que entre las vanas
ilusiones que dejamos crecer en nuestro interior y las chanzas de los testigos
de nuestros chascos, nos hemos movido muchos y nos seguiremos moviendo.
Veamos al tipo
de hoy, narración que no hemos encontrado publicada anteriormente en la prensa.
X.- El escritor iluso
D. Lucas Gómez
Papelín, escritor eximio, según la opinión de su familia, colaborador de
infinidad de periódicos y autor de los dramas El hijo perro y La
cacerola sanguinolenta, estrenados con gran éxito en Villalendreras y en Corvejón
de Abajo respectivamente, recibió hace pocos días la siguiente carta:
«Querido
amigo: Como las relevantes cualidades literarias de usted merecen el honor de
la publicidad, y la revista Lila y Verde se honraría mucho insertando el
retrato de usted, tomado en su propio despacho, con el expresado objeto irá
esta tarde a las cuatro a su casa de usted nuestro fotógrafo, Sr. Diafrágmez,
el cual lleva orden de sorprenderle en su mesa de escritorio y en actitud de
meditar algo importante. Con este motivo se repiten de usted afectísimos
amigos, el Director propietario, Pascual Bailón; el Redactor jefe, Roque
Roca; el Director artístico, J. Difumínez.»
La emoción que
experimentó D. Lucas ante el anuncio de la próxima visita, que tanto podría
contribuir a popularizarle, fue inmensa y profunda.
Lo primero que
se le ocurrió después de leer siete veces la carta de sus amigos y de bendecir
a estos por su feliz acuerdo, fue llamar a la criada.
—Ruperta — la
dijo, — este despacho tiene muy mal aspecto y es preciso mejorarlo
inmediatamente. Ante todo bárreme el piso y colócame bien los chirimbolos,
porque aquí está todo en un desorden horrible.
—Pero ¿qué
pasa?
—¡Nada! ¡Una friolera!
Vamos a ver, ¿a quién crees tú que estás sirviendo?
—A usté… a D.
Lucas….
—¡A un genio!
—Malillo le
gasta usté. Pero lleva una tantos años aguantándole, que ya…
—Bueno, bueno.
El caso es que dentro de dos horas tendremos aquí una visita muy honrosa para
mí.
—¿El señor
obispo?
—No; el
fotógrafo de Lila y Verde.
—¿Y a qué
viene?
—A retratarme. Dentro de ocho días verás mi efigie,
rodeada de todo esto, en una plana del periódico.
—¿Pero saldré
yo también?
—Es posible,
porque suelen publicar a los personajes rodeados de sus respectivas familias, y
como yo no tengo más familia que tú y el gato…
—¡Qué gustito
si saliéramos!
—A dónde vas a
salir ahora mismo es a la escalera, y vas a llamar en el cuarto de mi prima Pepa
y la vas a pedir de mi parte los dos jarrones de su gabinete para ponerlos
aquí, y además la corona que depositó sobre su difunto el sindicato de quincalleros
a que pertenecía.
—¿Y qué vamos
a hacer con ella?
—Colgarla ahí,
sobre el cuadro de Santa Úrsula. ¿Crees tú que en la fotografía se distingue la
clase de las coronas? Lo que parecerá es un trofeo glorioso de mis triunfos escénicos.
—Pues voy en
seguida.
—Después quita
bien el polvo al retrato de Reverte.
—¿Cuál
es?
—Ese que está
sobre mi tía la monja… ¡Ah! Donde está colgada el ama que me crio pon a San
Pedro Advíncula, para que salga también, porque es muy artístico, y no dejes de
limpiar la panoplia, en la cual, además de los floretes, el trabuco, la
zapatilla y el biberón, pondremos en cruz las navajas de afeitar, para que
aparezca más nutrida de armas en la reproducción. Pero a todo escape, ¿sabes?
—Sí,
señor.
—Primero quita
las telarañas del techo, estira bien la alfombra, retira provisionalmente
aquella silla que ya no tiene ni asiento ni respaldo, y encierra al gato
para que no arañe las pantorrillas al artista cuando me esté enfocando y le
obligue a sacarme torcido. Luego desparrama los libros por toda la habitación.
A este lado de la mesa la jarra de Sevres, a este otro la caja de sobres y
delante del tintero y abierto sobre el cartapacio un ejemplar de La cacerola
sanguinolenta. Ah, y procura que hoy no se rezume el quinqué sobre los
papeles como acostumbra.
—¿Teme usted
que luego salga el retrato oliendo a petróleo?
—A propósito
de olores, ¿qué me preparas para cenar?
—Salchicha.
—Pues déjala
para mañana.
—¿Por qué?
—Porque
estaría muy mal que al hablar de mi aposento tuvieran que publicar este dato de
información: «En la artística estancia del ilustre S. Gómez, más que a piel de
Rusia huele a salchicha frita». ¿Estás bien enterada?
—Sí,
señor.
—Corriente.
Pues mientras lo arreglas todo, voy a ver si me afeito y me pongo decentillo.
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Transcurren
dos horas. Dan las cuatro.
D. Lucas ha
terminado su toilette y Ruperta ha cumplido fielmente todas las
instrucciones de su señor, el cual pasea nervioso por la estancia esperando el
feliz momento de tener que colocarse en posición de ser fotografiado para el
público.
Suena un campanillazo,
y poco después aparece en el despacho Ruperta.
—Señorito—
dice, — un hombre pregunta por usté.
—¿Tiene cara
de fotógrafo?
—Creo que
sí.
—Pues que pase
inmediatamente.
Gómez se
coloca en la postura estudiada, y espera que penetre el artista consabido.
……………………………………………………………………………………………………………
—Buenas
tardes, D. Lucas. Yo soy…
—No diga usted
más. Lo he adivinado en cuanto le he visto asomar las narices.
—Pues entonces
ya sabe usted…
—¿Trae usted
eso?
—Sí, señor, en
el bolsillo.
—¿Tan pequeña
es la cámara?
—¡Qué cámara
ni que camarones! Lo que traigo es esta cuentecita.
—¡Ah! ¿Pero no
es usted el Sr. Diafrágmez?
—No, señor.
Soy un dependiente de López, el sastre, que me envía para ver si no nos joroba
usted más y nos paga de una vez.
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Después….
Después un
desmayo con acompañamiento de tila y éter, una «vuelta en sí» adornada con
imprecaciones terribles, un sastrecillo que no cobra y que milagrosamente no
sale por el balcón, una criada que no comprende lo que ocurre ni puede
comunicárselo al gato, que asustado la interroga, y un pobre señor de Gómez que
al ver sus ilusiones desvanecidas y que la anunciada visita del fotógrafo ha
sido una solemne tomadura de pelo, queda profundamente abatido, conservando
largo rato la frente hundida en La cacerola sanguinolenta.
Comentarios:
Comencemos con
los personajes; esos seres que dan vida y en muchos casos sentido a las
historietas de Zúñiga.
Lucas Gómez
Papelín, el protagonista, bautizado con una clara intencionalidad aludiendo
a su dedicación como escritor, con ese Papelín, tan ridículo como
entrañable. Ruperta, su fiel criada, con la que vive más adelante un momentito cuasi sentimental. El sastre López, Pepa, la prima,
cuyo marido (q.e.p.d) nos da pie para extendernos algo más, pues tuvo como
profesión la quincallería, esto es, se dedicaba recoger y vender quincalla,
objetos metálicos de poco valor y también imitaciones de joyas. Al parecer,
según nos cuenta el diccionario de la RAE esta voz proveniente del francés
tiene un origen onomatopéyico pues algo parecido debían sonar esos objetos al
chocar entre sí.
El fotógrafo Sr.
Diafrágmez, en alusión a esa parte de las cámaras de fotos con las que se
gradúa la entrada de la luz. Pascual
Bailón, Roque Roca y Difumínez, el director artístico,
faltaría más, para terminar de dar color a la historia.
También de vez
en cuando Zúñiga nos trae algún personaje real, como es el caso de un tal
Reverte del que el señor Papelín tiene un cuadro en su casa. Se trataría, casi sin duda, del famoso torero de esos años Antonio Reverte Jiménez nacido en
Alcalá del Río en 1868 y muerto en Madrid en 1903.
Del magín de
Zúñiga también salen nombres de pueblos, como hemos visto en otros capítulos, siendo
en este Villalendreras y Corvejón de Abajo con los que nos sorprende, lugares
en donde estrena sus dos únicas piezas teatrales el iluso escritor de marras
con estos dos títulos guasones: El hijo perro y La cacerola
sanguinolenta. Hasta la revista en la
que anuncian su próxima entrevista tiene nombre festivo: Lila y Verde
quizá también pensando en don Lucas Gómez Papelín, un poco tonto y algo
inexperto.
Y repasemos
este sabroso vocabulario con el que nos sorprende nuestro escritor festivo para
hablarnos de su personaje del que en cierta manera se burla llamándole eximio
que es lo mismo que ilustre o excelso. Que acumula en su despacho de manera
desordenada un montón de chirimbolos, o cachivaches, o utensilios
varios. Que utiliza la ironía cuando su criada le pregunta qué es lo que pasa,
contestándola “la friolera” que según el diccionario es cosa de poca
monta o importancia, cuando con ello se quiere decir lo contrario que va a
pasar algo relevante. Por eso después le dice altivo a la mujer que a quién
cree que está sirviendo, o poco más o menos qué te has creído, algo un poco
quijotesco, la verdad.
Ya sé que la
mayoría de mis lectores no necesitan muchas de las explicaciones que aquí
traigo, no lo hago por pedantería, bien pueden imaginárselo, sino más por
divertimiento, como por ejemplo hablar de la efigie (cuando habla don
Lucas de la fotografía que le van a hacer) para decir que muchas veces se
encuentra uno por ahí alguien que pronuncia esfingie, mezclando la
imagen de una persona con la de aquel animal mitológico con cabeza y pecho de
mujer y cuerpo de leona con alas, que tiene el nombre de esfinge. Pero quién
no ha errado alguna vez al abrir la boca, demostrando, como dice el dicho, que
con ello se equivoca.
O hablar de
las planas de los periódicos, término ya muy poco usado hoy y del que
muchos dudarían al oír decir que tal noticia apareció en primer plana, sin
saber que se refiere a la primera hoja, o en términos actuales en portada.
O palabras
como panoplia, cartapacio, quinqué o ya no digamos piel
de rusia, de muy poca utilización en nuestras conversaciones actuales. Panoplia,
una especie de escudo en donde colgar las armas, o hasta las navajas o las
zapatillas como nuestro tipo raro de hoy; cartapacio, funda en donde los
muchachos meten sus libros y papeles y que dice el diccionario que es de badana,
piel curtida y fina de carnero y oveja, tela con la que se hacen también esos
forros que llevan en su interior los sombreros para evitar que el sudor los
manche, o palabra con la que se expresa el acto del maltrato físico o verbal
cuando sigue a zurrar o sacudir. Cartapacio, sí, ¡que nos perdemos!,
palabra bonita que dicen quizá provenga del bajo latín chartapacium,
“carta de paz”. ¿Sería en donde se guardaban los acuerdos, los pactos, los
tratados que ponían fin a las guerras? Qui lo sa.
¿Por dónde
íbamos? ¡Ah, sí! Por el quinqué, palabra perteneciente a esas que
provienen del nombre de una persona, lo que comúnmente se llaman epónimos.
Érase una vez un francés que se sacó de su caletre una lámpara que hizo
funcionar con petróleo y que tenía un tubito de cristal para proteger la llama
conseguida al encenderla, y se apellidaba Quinquet. Vamos, de la misma especie
que Monsieur Guillotin, este algo menos civilizado, aunque bien visto también él pensó
en el bien de los hombres… de los hombres que iban a ser ahorcados, claro está.
Mírenlo si tienen dudas.
¿Y de la piel
de Rusia, qué me dicen? Yo les digo que sigo con la boca abierta y
reconozco que salvo que esté sufriendo ya de alzhéimer, no me había topado nunca
con ella. Resulta ser una piel adobada a la cual se daba un olor agradable con
aceite sacado del abedul. Adobar carnes o un pescados es ponerlos en caldo o
salsa especial para sazonarlos y conservarlos, y adobar una piel es arreglarla
para diferentes usos. Lo curioso es el origen de la palabra: del francés
antiguo adober “armar caballero”, y este del franco dubban
“empujar”, “golpear”. De verdad les digo que me estoy yendo a la cama todos los
días bien alimentadito, ¡vaya que sí!
El éter
que le recupera del desmayo tras el chasco recibido es un líquido que se
consigue de la mezcla del alcohol etílico y el ácido sulfúrico y se emplea para
lo que se empleó con Papelín, para quitarle los espasmos, las contracciones
involuntarias de los músculos, para que volviera en sí. Por cierto y por
curiosidad, en medicina a la contracción de los músculos de la cara se le llama
espasmo cínico o risa sardónica. Me está viniendo a la cabeza la
cara del famoso y malvado Joker, el enemigo de Batman.
Vamos
finalizando, pues lo poco agrada y lo mucho cansa.
El campanillazo
que suena en casa de D. Lucas es el timbrazo de nuestros días. La toilette
es el aseo, la limpieza personal traída de Francia. Sevres es una ciudad
francesa famosa por sus porcelanas y “a todo escape” es un poco
redundante, pues “a escape” ya se nos dice que es correr a toda prisa.
No hemos
encontrado sentido a la frase “con este motivo se repiten de usted”, salvo que
sea una fórmula antigua de “se despiden de usted”, o quizá una errata.
Y no nos
olvidamos de ese momentito sentimental que señalamos al principio. Se da cuando
D. Lucas le confiesa a Ruperta que vienen a retratarle y ella, candorosa, le
pregunta si saldrá ella también. La respuesta del escritor iluso está también
llena de sencillez e inocencia: «Es posible, porque suelen publicar a los
personajes rodeados de su respectivas familias, y como yo no tengo más familia
que tú y el gato…». ¡Qué gustito si saliéramos!, remacha Ruperta. Sencillamente
entrañable.
Bueno, despedimos
ya a este escritor iluso, recordando aquel discurso de Francisco Franco dirigido
a los españoles y a los portugueses y que comenzando con el lógico ¡Españoles
y Lusos!, un gracioso de los que nunca faltan en esta tierra ibérica
transformó en ¡Panolis Ilusos!
Busquen ustedes
el significado de panoli, que no les quiero hartar.
Hasta la
próxima.
Bueno Javi, aparte de reirnos aprendemos un montón con tus explicaciones. Muchas gracias.
ResponderEliminarGracias Marujiña
ResponderEliminarEntretenido relato de nuevo. Y de nuevo interesantes tus comentarios. En este caso, sin animo de corregirte, solo con la intención de aportar mi granito de arena, creo que la frase : "con este motivo se repiten de usted", responde a la primera acepción de la palabra "repetir". "Volver a hacer lo que se había hecho, o decir lo que se había dicho." "Con este motivo le vuelven a decir a usted que somos sus afectísimos amigos".
ResponderEliminarDeduzco que la broma se la hizo alguien que sabía que esos personajes, revista y relación existía. En cualquier caso aplaudo tu erudición y tu invitación a la lectura.